El nacimiento del retrato como género artístico
Para hablar del retrato primero debemos conocer bien de que se trata,
según la RAE, la definición de retrato tiene varias acepciones,
cada una de ellas se puede interpretar de diferentes formas pero
quizás la más acertada a como conocemos actualmente el término
retrato sería la siguiente: Descripción de la figura o carácter, o
sea, de las cualidades físicas o morales de una persona. Con esto
podemos ver que un retrato no se centra solamente en el aspecto
físico exterior del retratado sino que va mucho más lejos, un
retrato se puede considerar bueno cuando es capaz de expresar el alma
interior del retratado cuando sus características psicológicas
quedan en relieve por la pericia del artista.
Al encontrarnos ante un género tan basto y con una tradición a lo
largo de milenios tan arraigada, no debe de escapar a nuestro
conocimiento el hecho de que existan diferentes subgéneros dentro de
este, así mismo no debe sorprender que haya diferentes profesionales
que se hayan dedicado al estudio del mismo ya sean artistas,
psicólogos o historiadores, pues el retrato da tanta información
personal como intelectual al buen entendedor. Pues la expresividad
del ser humano proviene principalmente de la cara, por tanto los
estudios que se pueden extraer de esta son muy variados. Quizás por
esto, y porque a la imagen que nos muestra el rostro también afecta
en gran medida el lugar en el cual se encuentra y la acción que se
esta llevando a cabo en ese instante, podemos agrupar el retrato en
diferentes subgéneros como: de rostro, de busto, de medio cuerpo,
cuerpo entero o en una escena o en grupo1.
Ilustración 1:
Retrato de Carlos el Calvo en el Salterio de Carlos el Calvo.
Pero no siempre ha ocurrido de la misma manera, la idea del
retrato como representación fehaciente del sujeto aparece con la
superación de la Edad Media, anteriormente, la retratística solía
centrarse más en representar los atributos del individuo que lo
identificaban como tal, como por ejemplo en el caso de Carlos el
Calvo, en el retrato aparecido en el Salterio de Carlos el
Calvo, aquí se observa claramente como la personificación del
rey se ha dejado a un lado para centrarse en la figura regia, en
representar a un rey, en este caso debemos tener en cuenta que era
una época en la cual los retratos eran altamente escasos y
probablemente si alguien se encontraba con esa figura al leer el
libro, rápidamente la identificaba con el rey, no necesitaban que
los rasgos fueran extremadamente realistas.
Pero realmente si queremos entender el porque de la existencia del
retrato y como se ha ido manteniendo esta práctica a los largo de
miles de años hay que comenzar muy atrás en el tiempo, con los
primeros retratos registrados y las primeras civilizaciones que se
centraron en realizarlos.
El origen histórico – antropológico del retrato lo encontramos en
la propia naturaleza humana, esta naturaleza no es más que la de
vencer a la muerte, sobrevivir, un instinto primitivo pero que motiva
muchas de las invenciones que han llevado al ser humano a realizar
grandes avances a nivel personal y social para convertir las
primitivas tribus que habitaban las cuevas hace miles de años en una
intrincada sociedad masiva. Convertir el “yo” en algo inmortal,
ser recordado por las futuras generaciones, el mantenimiento de la
imagen a través del tiempo es algo que siempre nos ha acompañado y
es que no hay nada más propio del ser humano que el sueño de la
eternidad y la forma en la que las diferentes civilizaciones del
planeta han conseguido acercarse a esta utopía no ha sido otra que
la de retratar a aquel que desea o merece ser recordado por las
generaciones venideras.
Sobre esto, Leon Battista Alberti nos habla en su obra De Pictura,
sobre la capacidad perpetuadora de la imagen del individuo que posee
el retrato y ese afán de victoria sobre la inmisericorde muerte,
Alberti dice así:
Este
arte tiene en sí una fuerza tan divina que no sólo hace lo que la
amistad, la qual nos representa al vivo las personas que están
distantes, sino que nos pone delante de los ojos aun aquellos que há
mucho tiempo que murieron, causando su vista tanta complacencia al
Pintor como marabilla a quien lo mira2.
En este caso, Alberti, se refiere a la “fuerza divina”
del retrato, dando a entender la capacidad que nos proporciona este
para poder recordar a aquellos que ya se marcharon, habla sobre la
amistad queriendo decir que la fuerza representativa que nos ofrece
este, es mayor que el propio recuerdo que puede generar nuestra
mente, pues con el paso del tiempo las formas en nuestra cabeza se
acaban diluyendo, así como los recuerdos se entrecruzan, mientras
que la imagen de un retrato es fija e inamovible, por tanto al
observar a este siempre tendremos la impresión de ver a la persona
real, aunque tan solo observemos sus rasgos más distintivos, a pesar
de ello, esto puede evocar en nosotros sentimientos irrefrenables.
Para comenzar a hablar del retrato como tal parece
lógico comenzar con la gran civilización griega, pues desde
prácticamente el inicio del período helenístico estos se dedican a
crear una gran cantidad de retratos individuales de los personajes
ilustres de la sociedad ya fueran generales, deportistas o políticos.
Pero antes de haber comenzado a realizar efigies naturales de los
sujetos retratados, los griegos realizaron durante siglos esculturas3
de estos ilustres ciudadanos, pero en estos casos previos al
helenismo, no se crear una copia del natural, existían unos cánones
de belleza preestablecidos los cuales había que seguir fielmente
para poder considerar una obra bella, esto hacía que no se buscara
el parecido con el modelo y simplemente se quisiera representar la
idea del vencedor, del sabio, del poderoso...
Ilustración 2: Los
Tiranicidas
Las primeras muestras que hayamos de la
retratística griega aparecerán en las monumentales estatuas que las
grandes polis erigen en honor de sus mejores ciudadanos, estos según
la polis debían ser recordados por sus conciudadanos y por ello
realizan estas efigies en materiales duraderos como el bronce, pues
deben permanecer inertes para la posteridad, además de esto, las
imágenes se colocarán en los lugares más ilustres de la urbe,
denotando la importancia del personaje representado, como el ágora o
en algunos santuarios comunes de las diferentes ciudades.
Estos grandes monumentos se realizan a modo de
agradecimiento por parte de la ciudadanía hacia estos ilustres
hombres que han hecho con sus acciones más grande la historia de la
ciudad, ejemplos de estos hay muchos pero quizás uno de los más
destacados sea el de los Tiranicidas.4
A pesar de tratarse de retratos al natural no se olvida
el elemento del héroe, es decir la idealización, esto permanecería
siempre en la esencia de la retratística griega, esta esencia
atravesará las fronteras de la Grecia Clásica hasta establecerse en
Roma con Augusto pero con distinta energía.
Los griegos pensaban que había que acrecentar aquellos
signos que muestran el alma, eso es lo que el retratista debe
conseguir plasmar en la obra, por tanto lo principal será el
rostro,pues como se dice comúnmente el rostro es la imagen del alma,
por ello la representación que se hacía del cuerpo no era necesario
que fuere fiel al natural, pues este no mostraría más que la
debilidad de aquel héroe que se quiere mostrar, por tanto el cuerpo
era aquello más idealizado y cuyo único propósito era el de
ensalzar la pose victoriosa de la efigie.
Los romanos comenzaron a copiar el modelo de retrato
griego pero en muchas ocasiones se dedicaban a realizar tan solo los
bustos y en otras colocaban las cabezas encima de cuerpos
prediseñados con la pose necesaria para aquel que estuviera siendo
representado, heroica para los guerreros, reflexiva para
filósofos5...
A pesar de conocer la influencia que tuvo de la Grecia
helenística, se sigue considerando al retrato romano como una de las
formas de arte más originales que dio. A pesar de ello hay que
reconocer que Roma tenía una larga tradición de retratos fúnebres
etruscos sobre todo entre los siglos VII y VI a.C, a parte de ellos
podemos encontrar la altamente conocida costumbre patricia de
realizar las imagines maiorum,
esto no era más que realizar máscaras de cera al difunto, de esta
manera conseguían conservar la imagen postmorten de este en sus
casas, así como utilizarlas en las diferentes ceremonias religiosas
relacionadas con la muerte, además de usar cera también solían
utilizar bronce así como diferentes materiales. Al contrario que en
la retratística griega, donde tan solo aparecían retratados
aquellos que habían logrado una posición de importancia ante el
resto de la sociedad, en Roma la retratística no se encontraba tan
monopolizada por estos sino que estaba al alcance de toda la
sociedad, al menos de aquellos que se lo podían permitir.
Con todo lo visto hasta
el momento podemos constatar que al menos hasta el momento el retrato
se realizada en relación a dos corrientes muy diferenciadas, por un
lado tenemos la expresión del poder imperial, político o social del
retratado, por el otro tenemos el concepto de superación de la
muerte con el cual nace el género. Con el ascenso del cristianismo,
podemos ver que el concepto de retrato como superación de la muerte
desaparece, pues en este caso se separa por completo el concepto de
cuerpo y alma6.
A parte de esto en el cristianismo siempre ha habido una vertiente
muy preocupada por la posibilidad de la iconoclastia, lo que en un
futuro le llevaría a rechazar todo tipo de personificación en las
imágenes.
A pesar de la frecuente
creencia de que el retrato desapareciera de la vida pública durante
la época de mayor influencia del cristianismo, sobre todo en los
primeros siglos de la baja edad media, esta afirmación es errónea,
pues bien, aunque es cierto que el ambiente en el que se reproduce
este género disminuyen en gran medida y como anteriormente
comentaba, el cristianismo negó el retrato como superación de la
muerte, este era un género con tanta importancia que no se podía
dejar pasar sin más, de este modo se adaptaría a los nuevos
momentos que estaban por llegar, eso sí, siempre reservado a una
élite de un alto nivel, por lo que perdería su papel de género
extendido hasta las bases de la sociedad. De hecho durante los siglos
III y IV podemos ver diferentes modas que llegan junto con los nuevos
tiempos, es decir observamos la readaptación del retrato.
Así mismo, podemos
observar, al igual que ha ocurrido en otras culturas, que la
expansión del retrato pintado esta en plena relación con el momento
decadente del imperio romano, es claro el porque, pues es mucho más
barato la realización de este que realizar un busto en mármol u
otro material escultórico7.
El retrato cristiano durante el imperio romano
A pesar que por sus
ideas principales el cristianismo a priori
debía de oponerse fuertemente a la idea del retrato, no intenta en
ningún momento, en sus inicios, provocar la desaparición del mismo,
de hecho podemos ver como es utilizado en numerosas ocasiones para
expandir con eficacia el pensamiento de este cristianismo todavía
primitivo, buscando enfatizar el valor personal del hombre a través
de la pintura8.
Esto es fácilmente observable al fijarnos en los orantes de las
catacumbas, que es la principal manifestación del retrato cristiano
en estos momentos.
Ilustración 3: La
orante con el velo, cubículo de la Velatio. Catacumbas de Priscila
A la hora de estudiar los orantes de las
catacumbas nos damos cuenta de que tan solo es una readaptación de
la arcaica tradición etrusca de colocar la imagen del difunto
pintada al fresco sobre la tumba de este. Esta readaptación será
debida a la persecución que reciben los cristianos en esta época y
por la cual se ven obligados a esconderse sin poder realizar
enterramientos al aire libre como se estaban realizando en esos
mismos instantes por toda Roma.
Pero este retrato de los orantes se diferencia en gran
medida de todo el resto, pues vemos que a pesar de nacer en una raíz
ciertamente arcaica, ha sabido continuar hacia los tiempos modernos
aplicando las nuevas aptitudes de los pintores de su época creando
obras altamente expresivas, lejos del idealismo que se veía en la
superfície. En este caso nos encontramos ante el único género
rompedor en una época de estabilidad absoluta en el arte, su
nacimiento en la clandestinidad hace que se atisbe en las obras un
cierto aire de búsqueda de libertad en las formas. Pero quizás con
los que más se diferencien estas obras sea con la típica imagen del
buen pastor junto a las que se encontraban, pues en estas no vemos un
intento de romper con la tradición de las formas que los ha creado y
llevado hasta ese lugar.
Pero así como la fragmentación de la sociedad romana
favorecía la aparición de estas nuevas formas y este nueve estilo
artístico dado a la libertad, una vez que tras las invasiones
bárbaras estos pueblos se establecieron, la retratística cayó en
un declive que duraría centurias, por todos es sabido que el retrato
es un género el cual es prácticamente exclusivo de las
civilizaciones más avanzadas, pues es en estas donde se busca la
representación del hombre, en el caso de los bárbaros, estos no se
dejaban retratar, pues no veían el retrato como una imagen copia de
la realidad sino como la realidad mismo, por tanto tenían miedo a
que aquello que afectara a la imagen también pudiera afectarles a
ellos, por tanto las representaciones como tal van desapareciendo
dejando en la escena pública tan solo las imágenes de adoración.
Con esta nueva mentalidad instalada y la conversión en masa de los
bárbaros al cristianismo, la imagen retratada desaparece de todos
los ámbitos quedando tan solo las carnaciones realizadas para el
ámbito religioso. De hecho en el imperio romano de oriente, este
hecho acabará desembocando en una iconoclastia que rechace por
completo el uso de las imágenes. Pero en aquellos lugares donde los
lazos con Roma fueran más fuertes, sobre todo Italia y zonas del
oeste de Europa, el retrato será permitido en cierta forma9.
Ilustración 4:
Constancio II, retratado en la parte VII en el manuscrito Barberini,
en el calendario del 354.
Pero ya en este contexto, en cierta medida el
retrato consigue salvarse en la ciudad de Roma, ya que se había
perdido el estatus de capital del gran Imperio Romano, los papas
intentaron convertir la ciudad en el centro de la religiosidad, así
mismo los papas toman ejemplo de los últimos emperadores romanos que
colocaban su efigie en objetos cotidianos como el calendario del año
354 con el retrato de Constancio II.
Los papas siguieron esta tradición pero tampoco se
ausentaron de los lugares sagrados, una vez se abandonaron las
catacumbas en pos de realizar la liturgia en las basílicas colocadas
en la superfície, durante siglos estuvo colocada la imagen del Papa
de turno en el lugar más primordial del sacro lugar, el ábside,
punto en el cual todos los fieles tendrían fija la mirada durante la
ceremonia, la ordenación de estos retratos, sería con Cristo al
centro presidiendo la escena, rodeado por santos y entre estos la
figura del Papa.
Podemos ver los que acabamos de comentar en dos
retratos de una época similar, pues tan solo son 50 años lo que se
diferencian, en uno nos encontramos a Félix IV y en el otro a
Pelagio II.10
Habiendo visto estos dos ejemplos tempranos de retratos
papales y existiendo muchos más hasta llegar al último de ellos que
es el retrato de Leon IV, vemos que en el retrato papal hay una gran
intención de representar la realidad y la imagen del Papa tal y como
era en vida, pues vemos unos rasgos físicos muy marcados y
realistas, así como la representación de un cierto grado de
personalidad lo que nos indica la pericia de los artistas.
Ilustración 5:
Retrato a mosaico de Pelagio II en la Iglesia de San Lorenzo
Extramuros. 579 - 590
Durante todo este momento en el cual el retrato
estuvo cerca de desaparecer los Papas mantuvieron esta representación
de la personalidad con la clara intención de hacer frente a los
emperadores de bizancio. El ejemplo de la máxima autoridad del
estado acabo por revitalizar el género dejando entrever que tan solo
era necesario un pretexto religioso para realizar efigies
personalizadas11.
Tras estos momentos la retratística se haya en un impás
en el cual no tiene una importancia excesiva en el arte, pues es un
arte sumamente religioso que deja de lado aquello unipersonal.
Ilustración 6:
Retrato en mosaico del Papa Félix IV sujetando una maqueta de la
iglesia. En la Iglesia de los Santos Cosme y Damián. 526 - 530
Salvo en contadas ocasiones y a partir de la 4ª
generación de reyes carolingios que no veremos retratos como tal,
pero siempre desde un punto de vista del retrato del tipo rey por la
gracia de dios.
1CORDERO
RUIZ, Juan, 2010, p. 210.
2ARGULLOL,
Rafael, 2004, p.11.
3Posiblemente
también se realizarán retratos en pinturas, pero no ha llegado
ninguno hasta nuestros días.
4ARGULLOL,
Rafael, 2004, p.21.
5ARGULLOL,
Rafael, 2004, p. 24 – 25.
6FRANCASTEL,
Galienne y Pierre, 1978, p 44.
7FRANCASTEL,
Galienne y Pierre, 1978, p 49-50.
8FRANCASTEL,
Galienne y Pierre, 1978, p 51.
9
FRANCASTEL, Galienne y Pierre, 1978, p 54 – 55.
10FRANCASTEL,
Galienne y Pierre, 1978, p 56.
11FRANCASTEL,
Galienne y Pierre, 1978, p 64.