jueves, 20 de septiembre de 2018

Los orígenes del retrato

El nacimiento del retrato como género artístico

Para hablar del retrato primero debemos conocer bien de que se trata, según la RAE, la definición de retrato tiene varias acepciones, cada una de ellas se puede interpretar de diferentes formas pero quizás la más acertada a como conocemos actualmente el término retrato sería la siguiente: Descripción de la figura o carácter, o sea, de las cualidades físicas o morales de una persona. Con esto podemos ver que un retrato no se centra solamente en el aspecto físico exterior del retratado sino que va mucho más lejos, un retrato se puede considerar bueno cuando es capaz de expresar el alma interior del retratado cuando sus características psicológicas quedan en relieve por la pericia del artista.

Al encontrarnos ante un género tan basto y con una tradición a lo largo de milenios tan arraigada, no debe de escapar a nuestro conocimiento el hecho de que existan diferentes subgéneros dentro de este, así mismo no debe sorprender que haya diferentes profesionales que se hayan dedicado al estudio del mismo ya sean artistas, psicólogos o historiadores, pues el retrato da tanta información personal como intelectual al buen entendedor. Pues la expresividad del ser humano proviene principalmente de la cara, por tanto los estudios que se pueden extraer de esta son muy variados. Quizás por esto, y porque a la imagen que nos muestra el rostro también afecta en gran medida el lugar en el cual se encuentra y la acción que se esta llevando a cabo en ese instante, podemos agrupar el retrato en diferentes subgéneros como: de rostro, de busto, de medio cuerpo, cuerpo entero o en una escena o en grupo1.


Ilustración 1: Retrato de Carlos el Calvo en el Salterio de Carlos el Calvo.
Pero no siempre ha ocurrido de la misma manera, la idea del retrato como representación fehaciente del sujeto aparece con la superación de la Edad Media, anteriormente, la retratística solía centrarse más en representar los atributos del individuo que lo identificaban como tal, como por ejemplo en el caso de Carlos el Calvo, en el retrato aparecido en el Salterio de Carlos el Calvo, aquí se observa claramente como la personificación del rey se ha dejado a un lado para centrarse en la figura regia, en representar a un rey, en este caso debemos tener en cuenta que era una época en la cual los retratos eran altamente escasos y probablemente si alguien se encontraba con esa figura al leer el libro, rápidamente la identificaba con el rey, no necesitaban que los rasgos fueran extremadamente realistas.


Pero realmente si queremos entender el porque de la existencia del retrato y como se ha ido manteniendo esta práctica a los largo de miles de años hay que comenzar muy atrás en el tiempo, con los primeros retratos registrados y las primeras civilizaciones que se centraron en realizarlos.

El origen histórico – antropológico del retrato lo encontramos en la propia naturaleza humana, esta naturaleza no es más que la de vencer a la muerte, sobrevivir, un instinto primitivo pero que motiva muchas de las invenciones que han llevado al ser humano a realizar grandes avances a nivel personal y social para convertir las primitivas tribus que habitaban las cuevas hace miles de años en una intrincada sociedad masiva. Convertir el “yo” en algo inmortal, ser recordado por las futuras generaciones, el mantenimiento de la imagen a través del tiempo es algo que siempre nos ha acompañado y es que no hay nada más propio del ser humano que el sueño de la eternidad y la forma en la que las diferentes civilizaciones del planeta han conseguido acercarse a esta utopía no ha sido otra que la de retratar a aquel que desea o merece ser recordado por las generaciones venideras.
Sobre esto, Leon Battista Alberti nos habla en su obra De Pictura, sobre la capacidad perpetuadora de la imagen del individuo que posee el retrato y ese afán de victoria sobre la inmisericorde muerte, Alberti dice así:

Este arte tiene en sí una fuerza tan divina que no sólo hace lo que la amistad, la qual nos representa al vivo las personas que están distantes, sino que nos pone delante de los ojos aun aquellos que há mucho tiempo que murieron, causando su vista tanta complacencia al Pintor como marabilla a quien lo mira2.

En este caso, Alberti, se refiere a la “fuerza divina” del retrato, dando a entender la capacidad que nos proporciona este para poder recordar a aquellos que ya se marcharon, habla sobre la amistad queriendo decir que la fuerza representativa que nos ofrece este, es mayor que el propio recuerdo que puede generar nuestra mente, pues con el paso del tiempo las formas en nuestra cabeza se acaban diluyendo, así como los recuerdos se entrecruzan, mientras que la imagen de un retrato es fija e inamovible, por tanto al observar a este siempre tendremos la impresión de ver a la persona real, aunque tan solo observemos sus rasgos más distintivos, a pesar de ello, esto puede evocar en nosotros sentimientos irrefrenables.


Para comenzar a hablar del retrato como tal parece lógico comenzar con la gran civilización griega, pues desde prácticamente el inicio del período helenístico estos se dedican a crear una gran cantidad de retratos individuales de los personajes ilustres de la sociedad ya fueran generales, deportistas o políticos. Pero antes de haber comenzado a realizar efigies naturales de los sujetos retratados, los griegos realizaron durante siglos esculturas3 de estos ilustres ciudadanos, pero en estos casos previos al helenismo, no se crear una copia del natural, existían unos cánones de belleza preestablecidos los cuales había que seguir fielmente para poder considerar una obra bella, esto hacía que no se buscara el parecido con el modelo y simplemente se quisiera representar la idea del vencedor, del sabio, del poderoso...

Ilustración 2: Los Tiranicidas
Las primeras muestras que hayamos de la retratística griega aparecerán en las monumentales estatuas que las grandes polis erigen en honor de sus mejores ciudadanos, estos según la polis debían ser recordados por sus conciudadanos y por ello realizan estas efigies en materiales duraderos como el bronce, pues deben permanecer inertes para la posteridad, además de esto, las imágenes se colocarán en los lugares más ilustres de la urbe, denotando la importancia del personaje representado, como el ágora o en algunos santuarios comunes de las diferentes ciudades.

Estos grandes monumentos se realizan a modo de agradecimiento por parte de la ciudadanía hacia estos ilustres hombres que han hecho con sus acciones más grande la historia de la ciudad, ejemplos de estos hay muchos pero quizás uno de los más destacados sea el de los Tiranicidas.4

A pesar de tratarse de retratos al natural no se olvida el elemento del héroe, es decir la idealización, esto permanecería siempre en la esencia de la retratística griega, esta esencia atravesará las fronteras de la Grecia Clásica hasta establecerse en Roma con Augusto pero con distinta energía.






Los griegos pensaban que había que acrecentar aquellos signos que muestran el alma, eso es lo que el retratista debe conseguir plasmar en la obra, por tanto lo principal será el rostro,pues como se dice comúnmente el rostro es la imagen del alma, por ello la representación que se hacía del cuerpo no era necesario que fuere fiel al natural, pues este no mostraría más que la debilidad de aquel héroe que se quiere mostrar, por tanto el cuerpo era aquello más idealizado y cuyo único propósito era el de ensalzar la pose victoriosa de la efigie.

Los romanos comenzaron a copiar el modelo de retrato griego pero en muchas ocasiones se dedicaban a realizar tan solo los bustos y en otras colocaban las cabezas encima de cuerpos prediseñados con la pose necesaria para aquel que estuviera siendo representado, heroica para los guerreros, reflexiva para filósofos5...

A pesar de conocer la influencia que tuvo de la Grecia helenística, se sigue considerando al retrato romano como una de las formas de arte más originales que dio. A pesar de ello hay que reconocer que Roma tenía una larga tradición de retratos fúnebres etruscos sobre todo entre los siglos VII y VI a.C, a parte de ellos podemos encontrar la altamente conocida costumbre patricia de realizar las imagines maiorum, esto no era más que realizar máscaras de cera al difunto, de esta manera conseguían conservar la imagen postmorten de este en sus casas, así como utilizarlas en las diferentes ceremonias religiosas relacionadas con la muerte, además de usar cera también solían utilizar bronce así como diferentes materiales. Al contrario que en la retratística griega, donde tan solo aparecían retratados aquellos que habían logrado una posición de importancia ante el resto de la sociedad, en Roma la retratística no se encontraba tan monopolizada por estos sino que estaba al alcance de toda la sociedad, al menos de aquellos que se lo podían permitir.

Con todo lo visto hasta el momento podemos constatar que al menos hasta el momento el retrato se realizada en relación a dos corrientes muy diferenciadas, por un lado tenemos la expresión del poder imperial, político o social del retratado, por el otro tenemos el concepto de superación de la muerte con el cual nace el género. Con el ascenso del cristianismo, podemos ver que el concepto de retrato como superación de la muerte desaparece, pues en este caso se separa por completo el concepto de cuerpo y alma6. A parte de esto en el cristianismo siempre ha habido una vertiente muy preocupada por la posibilidad de la iconoclastia, lo que en un futuro le llevaría a rechazar todo tipo de personificación en las imágenes.


A pesar de la frecuente creencia de que el retrato desapareciera de la vida pública durante la época de mayor influencia del cristianismo, sobre todo en los primeros siglos de la baja edad media, esta afirmación es errónea, pues bien, aunque es cierto que el ambiente en el que se reproduce este género disminuyen en gran medida y como anteriormente comentaba, el cristianismo negó el retrato como superación de la muerte, este era un género con tanta importancia que no se podía dejar pasar sin más, de este modo se adaptaría a los nuevos momentos que estaban por llegar, eso sí, siempre reservado a una élite de un alto nivel, por lo que perdería su papel de género extendido hasta las bases de la sociedad. De hecho durante los siglos III y IV podemos ver diferentes modas que llegan junto con los nuevos tiempos, es decir observamos la readaptación del retrato.
Así mismo, podemos observar, al igual que ha ocurrido en otras culturas, que la expansión del retrato pintado esta en plena relación con el momento decadente del imperio romano, es claro el porque, pues es mucho más barato la realización de este que realizar un busto en mármol u otro material escultórico7.





















El retrato cristiano durante el imperio romano
A pesar que por sus ideas principales el cristianismo a priori debía de oponerse fuertemente a la idea del retrato, no intenta en ningún momento, en sus inicios, provocar la desaparición del mismo, de hecho podemos ver como es utilizado en numerosas ocasiones para expandir con eficacia el pensamiento de este cristianismo todavía primitivo, buscando enfatizar el valor personal del hombre a través de la pintura8. Esto es fácilmente observable al fijarnos en los orantes de las catacumbas, que es la principal manifestación del retrato cristiano en estos momentos.
Ilustración 3: La orante con el velo, cubículo de la Velatio. Catacumbas de Priscila
A la hora de estudiar los orantes de las catacumbas nos damos cuenta de que tan solo es una readaptación de la arcaica tradición etrusca de colocar la imagen del difunto pintada al fresco sobre la tumba de este. Esta readaptación será debida a la persecución que reciben los cristianos en esta época y por la cual se ven obligados a esconderse sin poder realizar enterramientos al aire libre como se estaban realizando en esos mismos instantes por toda Roma.

Pero este retrato de los orantes se diferencia en gran medida de todo el resto, pues vemos que a pesar de nacer en una raíz ciertamente arcaica, ha sabido continuar hacia los tiempos modernos aplicando las nuevas aptitudes de los pintores de su época creando obras altamente expresivas, lejos del idealismo que se veía en la superfície. En este caso nos encontramos ante el único género rompedor en una época de estabilidad absoluta en el arte, su nacimiento en la clandestinidad hace que se atisbe en las obras un cierto aire de búsqueda de libertad en las formas. Pero quizás con los que más se diferencien estas obras sea con la típica imagen del buen pastor junto a las que se encontraban, pues en estas no vemos un intento de romper con la tradición de las formas que los ha creado y llevado hasta ese lugar.
Pero así como la fragmentación de la sociedad romana favorecía la aparición de estas nuevas formas y este nueve estilo artístico dado a la libertad, una vez que tras las invasiones bárbaras estos pueblos se establecieron, la retratística cayó en un declive que duraría centurias, por todos es sabido que el retrato es un género el cual es prácticamente exclusivo de las civilizaciones más avanzadas, pues es en estas donde se busca la representación del hombre, en el caso de los bárbaros, estos no se dejaban retratar, pues no veían el retrato como una imagen copia de la realidad sino como la realidad mismo, por tanto tenían miedo a que aquello que afectara a la imagen también pudiera afectarles a ellos, por tanto las representaciones como tal van desapareciendo dejando en la escena pública tan solo las imágenes de adoración. Con esta nueva mentalidad instalada y la conversión en masa de los bárbaros al cristianismo, la imagen retratada desaparece de todos los ámbitos quedando tan solo las carnaciones realizadas para el ámbito religioso. De hecho en el imperio romano de oriente, este hecho acabará desembocando en una iconoclastia que rechace por completo el uso de las imágenes. Pero en aquellos lugares donde los lazos con Roma fueran más fuertes, sobre todo Italia y zonas del oeste de Europa, el retrato será permitido en cierta forma9.

Ilustración 4: Constancio II, retratado en la parte VII en el manuscrito Barberini, en el calendario del 354.
Pero ya en este contexto, en cierta medida el retrato consigue salvarse en la ciudad de Roma, ya que se había perdido el estatus de capital del gran Imperio Romano, los papas intentaron convertir la ciudad en el centro de la religiosidad, así mismo los papas toman ejemplo de los últimos emperadores romanos que colocaban su efigie en objetos cotidianos como el calendario del año 354 con el retrato de Constancio II.


Los papas siguieron esta tradición pero tampoco se ausentaron de los lugares sagrados, una vez se abandonaron las catacumbas en pos de realizar la liturgia en las basílicas colocadas en la superfície, durante siglos estuvo colocada la imagen del Papa de turno en el lugar más primordial del sacro lugar, el ábside, punto en el cual todos los fieles tendrían fija la mirada durante la ceremonia, la ordenación de estos retratos, sería con Cristo al centro presidiendo la escena, rodeado por santos y entre estos la figura del Papa.

Podemos ver los que acabamos de comentar en dos retratos de una época similar, pues tan solo son 50 años lo que se diferencian, en uno nos encontramos a Félix IV y en el otro a Pelagio II.10

Habiendo visto estos dos ejemplos tempranos de retratos papales y existiendo muchos más hasta llegar al último de ellos que es el retrato de Leon IV, vemos que en el retrato papal hay una gran intención de representar la realidad y la imagen del Papa tal y como era en vida, pues vemos unos rasgos físicos muy marcados y realistas, así como la representación de un cierto grado de personalidad lo que nos indica la pericia de los artistas.
Ilustración 5: Retrato a mosaico de Pelagio II en la Iglesia de San Lorenzo Extramuros. 579 - 590
Durante todo este momento en el cual el retrato estuvo cerca de desaparecer los Papas mantuvieron esta representación de la personalidad con la clara intención de hacer frente a los emperadores de bizancio. El ejemplo de la máxima autoridad del estado acabo por revitalizar el género dejando entrever que tan solo era necesario un pretexto religioso para realizar efigies personalizadas11.


Tras estos momentos la retratística se haya en un impás en el cual no tiene una importancia excesiva en el arte, pues es un arte sumamente religioso que deja de lado aquello unipersonal.
Ilustración 6: Retrato en mosaico del Papa Félix IV sujetando una maqueta de la iglesia. En la Iglesia de los Santos Cosme y Damián. 526 - 530
Salvo en contadas ocasiones y a partir de la 4ª generación de reyes carolingios que no veremos retratos como tal, pero siempre desde un punto de vista del retrato del tipo rey por la gracia de dios.

















1CORDERO RUIZ, Juan, 2010, p. 210.
2ARGULLOL, Rafael, 2004, p.11.
3Posiblemente también se realizarán retratos en pinturas, pero no ha llegado ninguno hasta nuestros días.
4ARGULLOL, Rafael, 2004, p.21.
5ARGULLOL, Rafael, 2004, p. 24 – 25.
6FRANCASTEL, Galienne y Pierre, 1978, p 44.
7FRANCASTEL, Galienne y Pierre, 1978, p 49-50.
8FRANCASTEL, Galienne y Pierre, 1978, p 51.
9 FRANCASTEL, Galienne y Pierre, 1978, p 54 – 55.
10FRANCASTEL, Galienne y Pierre, 1978, p 56.
11FRANCASTEL, Galienne y Pierre, 1978, p 64.

No hay comentarios:

Publicar un comentario