LOCALIZACIÓN
Esta obra de
Hernando Yáñez de la Almedina se data entre el 1515 y el 1520, por
tanto se halla en el período maduro valenciano del artista. La
procedencia exacta de la obra es desconocida y actualmente se
encuentra en el Museo de Bellas Artes de Valencia.
ANÁLISIS FORMAL
Esta tabla ha sido
realizada magistralmente mediante el procedimiento técnico de óleo
sobre tabla cuyas proporciones son de 51x61 cm. Pero la obra no la
realizo Yáñez tal y como se puede ver en la imagen superior, las
marcas de separación más evidentes entre las tablas, tanto en la
parte superior como inferior se debe a un añadido posterior pues
parece ser que la obra en un principio pertenecía a un grupo
pictórico y probablemente estuviera cubierta por un doselete, ya que
al retirar las capas de pintura posteriores a su realización se ha
descubierto una franja superior redondeada en negro.
Es una obra
claramente influenciada, al igual que toda la obra del pintor, por el
Renacimiento italiano.
Cristo aparece con
tres clavos, algo típico de la época, y tiene un gran parecido
tanto al Cristo crucificado de la Trinidad del museo de Beaux-arts de
Nimes, como al Calvario perteneciente a una colección particular en
Madrid, demostrando que Yáñez utilizaba unos mismos modelos para
realizar sus obras, de hecho en el Calvario de Madrid la Virgen María
y San Juan están exactamente en la misma posición siendo casi una
copia exacta.
La
Virgen aparece a la derecha de la cruz en una actitud pasiva, con las
manos en posición melancólica y sin poder fijar la vista en la
cruz. El modelo de crucifixión utilizado es el del Christus
dolens, aparece
muerto con los ojos cerrados y una expresión de dolor en la cara. En
el pecho se encuentra la lanzada de Longinos que acabo con su
sufrimiento y la sangre que ha resbalado por el torso. Los genitales
están tapados con un paño de pureza y sobre la cruz aparece la
inscripción I.N.R.I, Iesus
Nazarenus Rex Iudaeorum. En
la figura del crucificado Yáñez aplica toda su genialidad al hacer
un gran estudio de la anatomía humana y aplicándolo con maestría.
A su izquierda
aparece María Magdalena llorando y ocultando su cara con una tela y
junto a ella San Juan, apenas identificable, mirando hacia el cielo
con una expresión de tristeza y solemnidad. En la escena no hay
ningún tipo de interactuación entre los diferentes personajes.
El tratamiento de
los pliegues en los ropajes no logra ser del todo realista como
pretendería el pintor pero si se puede llegar a intuir la anatomía
que estos ocultan sobre todo en la Virgen y San Juan.
El lugar donde se
encuentra la acción es yermo sin vida, toda la vida aparece en el
fondo de la pintura camino a una ciudad fortificada por torres y que
divide un río, a este lo atraviesa un puente con seis arcos de medio
punto.
La utilización de
los colores en el fondo mucho más suaves que en el centro de la
imagen provocan que la mirada se fije tan solo en la escena en primer
plano dejando la ciudad difuminada en el fondo sin prestarle
demasiada importancia.
Tras la ciudad
aparecen las montañas cuya difuminación casi logra confundirlas con
el cielo de un color grisáceo.
La perspectiva
geométrica está perfectamente utilizada en la pintura encontrando
el punto de fuga en el cuerpo de Jesucristo.
APROXIMACIÓN
AL SIGNIFICADO
Calvario
como así se titula la obra es el nombre dado al monte en el que
Jesucristo fue crucificado, (J.A. Pérez Rioja, 2012: 108), esto es
lo primero que hay que tener en cuenta al comenzar la lectura de la
obra pues este hecho es el más probado y constatado de la vida de
Cristo apareciendo en los cuatro evangelios. Pero en esta ocasión no
esta presentado como si fuera un gran espectáculo como ocurriera a
finales de la época medieval y principios del Renacimiento, como por
ejemplo aparecería en otros Calvarios como por ejemplo el de Rodrigo
de Osona o incluso salvando las distancias con el Calvario
de la colección Montortal del propio Yáñez de la Almedina en el
que si podemos ver varios espectadores.
En
la obra que tratamos el artista buscó una escena más intimista
quizás tan solo un instante después de que Jesucristo recibiera la
lanzada definitiva que acabara con su vida, pues la sangre todavía
está corriendo por su cuerpo y las facciones de los personajes que
se encuentran junto a él parecen recién encarnadas por el hecho de
que acabe de llegar el "fin" del hijo de Dios. Algo que
puede llamar la atención es el aspecto de Cristo en decrepitud, con
un gran realismo gestual y formal, además del hecho de que este
aparezca muerto cosa que no había sucedido hasta el siglo XI, pues
anteriormente este se mostraba victorioso en su sufrimiento, como si
un haz de luz lo iluminara en la oscuridad de la muerte. Lo que se
busca en este momento no es la glorificación del señor para
intentar enseñar a los feligreses la grandiosidad y divinidad de
Cristo, ya no es un Dios hierático, alejado del mundo terrenal y de
todo aquello que a este le afecta, muestra un Jesucristo más
humanizado, con rasgos más de hombre que de divinidad, sin aureola,
muerto crucificado como podía morir cualquier otro hombre. Se trata
de conmover con el "espectáculo" de los padecimientos,
todo ello referido a la devotio
moderna,
de origen flamenco pero extendida por toda europa.
La
Devotio Moderna no se propagó en España de la misma manera que en
otros países europeos, y no se instala en la Península Ibérica
ninguna de sus comunidades características como por ejemplo "Los
hermanos de la vida común". Sin embargo, sus doctrinas
alcanzaron un gran exito gracias a sus textos más representativos.
Albert
Hauf demostró recientemente la rápida recepción de estos
postulados religiosos en el área valenciana, detectándolos ya en
Francesc Eiximenis y Antonio Canals. Lo que hace de la Devotio
Moderna uno de los ejes vertebradores de la espiritualidad valenciana
bajomedieval y que seguiría hasta el Renacimiento. (Miguel Falomir
Faus, 1996: 340-344)
Esta
nueva manera de percibir la espiritualidad influyó de gran manera en
el arte valenciano religioso en los años posteriores, ya fuera con
la inclusión de nuevos tipos iconográficos o modificando los ya
existentes. Desde el momento mismo en que se postulaba una
participación más activa del creyente en los misterios divinos y
concedían una importancia primordial a los aspectos más subjetivos
de la espiritualidad, tanto la Devotio Moderna como la Estricta
Observancia estaban abriendo el camino a un mayor naturalismo en la
representación de la imagen religiosa. El abandono del misticismo y
la llamada a una identificación física con Cristo, introdujo un
carácter emocional hasta el momento desconocido en el arte, haciendo
los momentos de sufrimiento del hijo de Dios el receptáculo de las
plegarias de los creyentes. (Ibidem)
Así
los temas marianos, el nacimiento o la muerte de Cristo, fueron
algunos de los más utilizados para esta nueva forma de religiosidad
que se estaba introduciendo y que podemos ver claramente en la obra
de Yáñez.
Los
escándalos que incluían al clero provocaría que este perdiera
importancia en la Valencia renacentista en frente de las lecturas
religiosas que irían cogiendo importancia durante estos siglos hasta
convertirse en una parte fundamental de la espiritualidad de las
gentes. Ante todo ello y para evitar esta falta de doctrinalismo de
los clérigos y de los monasterios los reyes católicos tuvieron que
crear la figura del "Visitador Apostólico de la Diócesis de
Valencia", cargo que recaería sobre Fray Antonio de Rojas, para
tratar de restablecer el orden monástico.
A
pesar de los poco personajes que podemos ver en la obra el grupo se
podría diferenciar entre pasivos en el cual podríamos incluir a San
Juan Bautista y a la Virgen María, ambos con gestos de posible
negación ante lo sucedido recientemente, como si todavía no
hubieran aceptado la muerte del señor, y activos en el cual
encontraríamos a María Magdalena, desconsolada al fondo de la
imagen sin mostrar su rostro y con un gesto recogido. (Ibidem)
En un principio se
creyó que esta pieza formaba parte de una predela en un pequeño
retablo, pero al quitarle las añadurías posteriores, y viendo la
forma original de la obra se llegó a la conclusión, a parte de por
su iconografía, de que sería perteneciente al remate de algún
retablo.

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