Esta
pintura de Hernando Yáñez de la Almedina, salió a la luz en 1922
por parte de Von Loga, cuando estaba en la colección Cremer de
Dormund. También parece que pasó por la colección Napier de
Shandon y se la ha llegado a relacionar con una pintura desconocidad
situada en la colección de la Galería Española de Louis-Philippe
en el Louvre. Actualmente se halla en Madrid en la colección privada
de Joan Abelló. La pintura data probablemente de principios de la
primera etapa valenciana del manchego.
ANÁLISIS
FORMAL
Es
una tabla de pequeño tamaño 0,75 x 0,62 m. La técnica utilizada es
el óleo.
En
ella aparecen tres personajes iluminados por un foco de luz que
proviene de la izquierda, lugar al que mira fijamente la figura
central. Esta más adelantada que las otras dos tiene su mano
izquierda colocada de frente al espectador de manera que acentua la
perspectiva, ayudado por las dos figuras que están colocadas tras
él, cada una en un plano diferente, de manera que da una sensación
de separación espacial entre cada una de ellas dando la sensación
de estar colocadas dentro de un gran espacio. Pero quizás lo que
mayor sensación de profundidad crea sea el poyete colocado delante y
sobre el que casi apoya los brazos la figura central.
(Los hernandos pintores hispanos del entorno de leonardo, museo de
bellas artes de valencia, generalitat valenciana, 1998, pag 162-165)
Los
ropajes perfectamente dibujados con una gran marcaje de las líneas y
con una naturalidad prominente, en los cuales se reflejan las sombras
perfectamente expuestas por Yáñez.
En
la camisa interior de la figura central aparece en un perfecto
bordado dorado la inscripción IHS. Y encima de la figura un nimbo
crucífero.
Los
personajes posteriores no parecen interactuar entre ellos. El más
anciano detiene la mirada en el espectador mientras la más joven
parece evitar la mirada mirando hacia el suelo en dirección al foco
de luz. Todas las figuras aparecen con un aspecto muy humano y
realista con tintes leonardescos como pudieran ser los finos labios o
las esfumaturas utilizadas sobre todo en los cabellos y la barba. Ya
que la perfilación de los rostros muestra un dibujo que predomina
sobre el color.
APROXIMACIÓN
AL SIGNIFICADO
La
tabla nos muestra a Cristo como Salvador Mundi en posición de
bendecir con dos dedos levantados simbolizando su doble naturaleza.
Los tres dedos restantes simbolizarían la trinidad. Esta doble
naturaleza
de Cristo, humana y divina, también queda remarcada por la división
en la frondosa barba. La mano izquierda queda en una actitud más
sobria que aprovecha el artista para remarcar la profundidad del
cuadro. El poyete que se encuentra delante de cristo podría ser
identificado como un altar y el momento ser identificado como la
eucaristía.
Se
encuentra mirando hacia el infinito, al lugar de donde proviene la
luz, al cielo,
remarcando su
procedencia divina. En la inscripción bordada en oro en el pecho se
encuentra el monograma IHS, pudiendo significar simplemente el nombre
del propio Jesucristo. Aunque con frecuencia se suele identificar
como Hominum Iesus
Salvator (Jesús
salvador de los hombres).
Detrás
aparecen sendos personajes identificados con sus nombres encima de
sus cabezas, el más anciano es identificado como San Pedro y a su
izquierda San Ivan (San Juan). (tormo,1924,pp.
30-37).
La
imagen en conjunto tiene un llamativo aspecto que nos recuerda a los
iconos bizantinos que hasta hacía bien poco se solía intentar
imitar en algunas partes de Italia como Venecia con esos fondos
dorados, pero en este caso el fondo de la pintura es neutro, creando
con su oscuridad una sensación de lejanía hacia la figura divina.
Este carácter de icono nos hace pensar que la pintura fue pensada
para ser colocada en un oratorio personal donde el dueño pudiera
sentirse en consonancia con los seres divinos.
La
mirada de Jesucristo como ya se comentó antes está fijada en el
infinito, en el foco de donde proviene la luz, y con las maravillosas
veladuras que en sus ojos realizó Yáñez consigue que esta tenga un
cierto magnetismo al espectador, además de no dejar que la imagen de
Cristo sea totalmente hierática y tengo un aire más humano.
Gran
parte de la majestuosidad de la obra viene dada por la simetría de
la misma así como por la estructura clásica piramidal dada en el
cuerpo del salvador, esta estructura comienza con el tapete que cubre
el pequeño altar y se mantiene mediante los ropajes y las formas de
su cuerpo para culminar en un punto de fuga que se encuentra en la
mirada del mismo, logrando así Yáñez que la mirada del espectador
se coloque rápidamente en la de Jesucristo.
Pero
esta monumentalidad de la figura de Jesucristo es totalmente
contraría a la imagen de los dos apóstoles que se encuentran tras
él.
El
primero de ellos a tratar será San Pedro, una figura proveniente de
los modelos leonardescos de realismo, con un aspecto huesudo y
decrépito que recuerda en gran manera a algunos de los bocetos que
el maestro florentino legó para el recuerdo. San Pedro goza de un
mentón prominentemente saliente, totalmente calvo y con el aspecto
de un anciano. Mantiene su mirada fija en el espectador con la cabeza
ligeramente ladeada hacia un lado y apareciendo la figura en tres
cuartos, este tipo de movimiento de la cabeza es algo que Yáñez
añadiría a los modelos de Leonardo de su propia cosecha y recuerda
a otras obras del autor como la Piedad
de la Catedral de Valencia. (Ibidem).
Por
el contrario la figura de San Juan, es totalmente hernandiana, pues
aparece con un rostro menos trabajado en cuanto al realismo de las
facciones pero con una gestualidad más contraida en comparación con
la media sonrisa que presenta San Pedro. Además al estudiar
detenidamente a San Juan se puede observar comparándolo con otras
pinturas del autor, que Yáñez utilizaba unos mismos modelos para
todas, pues San Juan aparece prácticamente igual en aquellas
pinturas de Yáñez en las que se le hace partícipe, un ejemplo
podría ser el Calvario
del museo de Bellas Artes de Valencia, en el cual encontramos este
mismo modelo, pero colocado en diferente posición.
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