viernes, 31 de julio de 2015

SAN SEBASTIÁN


ANÁLISIS FORMAL

La obra tiene unas medidas de 1’69 x 0’68, probablemente en estas medidas no se tuviera en cuenta la parte de la obra cubierta por el marco. La técnica utilizada por el artista es el óleo sobre tabla, técnica más utilizada por Hernando Yáñez de la Almedina en su carrera pictórica.

La obra esta realizada de una manera en la que se ensalzara la verticalidad uniéndola a la mirada hacia arriba del santo, desde la forma de la tabla hasta los elementos de los cuales se componen la imagen en primer plano están destinados a aumentar esta sensación de verticalidad deseada por el autor.
Se pueden diferenciar dos espacios claramente delimitados, el primer plano donde encontraríamos al santo junto a una pequeña parte de maleza y bosque seco a su derecha y el espacio urbano que se difumina en la lejanía junto a un paisaje azulado creando un contraste de colores muy agudizado entre la oscuridad del bosque y la claridad del cielo de fondo. Este contraste pictórico divide el cuadro en el eje perpendicular en dos lugar diferentes, de nuevo agudizando la sensación de verticalidad del mismo, utilizando como eje de separación la figura del santo, aunque quizás en el cuadro sean mayoritarios los tonos cálidos no se puede obviar la fuerza de los tonos terrosos de la izquierda del cuadro que llaman la atención del espectador sobre el fondo más pobre en calidad de dibujo. Además de lo llamativo de los tonos fríos hay que tener en cuenta que la figura de San Sebastián tiende a volcarse hacia esa zona de la tabla quizás para intentar resaltar en mayor medida su figura, o quizás con la intención de determinar que está más cerca de la muerte, tonos fríos, que de la vida, tonos cálidos.

La calidad del dibujo de Yáñez se puede apreciar sobre todo en dos zonas de la obra, la primera y más llamativa sería el realismo de la figura del santo. Pintado con un estilo monumental casi escultórico, quizás por la colocación de las piernas y sobre todo en la posición del brazo derecho “curiosamente” colocado en la misma posición casi de manera exacta que el David de Miguel Ángel que con gran seguridad el artista manchego observaría en su estancia en Florencia en el año 1504, de hecho en la mano derecha San Sebastián sujeta una pequeña piedra en clara referencia a la obra maestra de Miguel Ángel.
Hay un gran estudio anatómico sobre todo en el tronco superior aunque también en el tren inferior donde se observan algunos músculos bien resaltados anatómicamente.
Pero la obra maestra quizás sea el torso del santo junto al brazo derecho de este, en el torso se observa una atisbo de musculación abdominal propia de las figuras escultóricas y monumentales así como las costillas remarcadas en el costado, pero la maestría la recoge Yáñez en las dobleces de la piel así como en la calidad de las sombras que realiza en estas dobleces.
En el caso comentado con anterioridad del brazo derecho, lo llamativo lo vemos con mayor claridad en el antebrazo cuyas venas resaltan hinchadas por la fuerza que ejerce la soga que lo mantiene atado al tronco del árbol y que no permite el paso del corriente sanguíneo a las extremidades.

El último lugar donde cobra un realismo excepcional y que quizás en ocasiones pueda pasar desapercibido es la tierra que está pisando San Sebastián, los vegetales que crecen en ese lugar reciben un dibujo excepcional y un dinamismo difícil de conseguir por la monotonía cromática que presenta ese lugar en la obra.

APROXIMACIÓN AL SIGNIFICADO

Yáñez representa a San Sebastián con una belleza juvenil a la manera de un Apolo cristiano, desnudo, cubriendo sus partes con un paño de pureza con un color rojo destacando sobre el resto que hace centrar la visión en ese lugar. Se encuentra atado al árbol con las flechas del martirio clavadas al cuerpo, en una posición sensual propia de la imagen de este santo.
No se presenta a San Sebastián con demasiada sangre ni dramatismo, además su expresión facial no refleja el dolor por las flechas que atraviesan su cuerpo, su mirada se planta fija en el cielo, esperando el momento de reunirse con su señor, el momento de la salvación al reunirse con Dios.
La ciudad que aparece en el fondo tiene un gran parecido a la Jerusalén que aparece en la pintura del Calvario, del propio Yáñez. En el cielo aparecen unas tenues nubes encima de la ciudad sin llegar a oscurecer el claro cielo, pero del lugar donde se encuentra el santo parecen aparecer unos cúmulos nubosos en dirección a la ciudad, identificada con la humanidad, pues la ira de Dios puede recaer sobre aquellos que dañan a sus fieles.
Como comenté con anterioridad el cuadro parece estar dividido en dos mitades cuyo eje sería el propio santo, estos dos mundos diferenciados, el tenebroso y el de la luz se separan por la vida o muerte de San Sebastián, que en el momento en el que se toma la acción se encuentra entre los dos mundos, entre la vida y la muerte.
En cuanto a la vegetación hay que destacar las deshojadas ramas que salen del bosque y parecen dirigirse al cielo, en un síntoma de desolada melancolía por reunirse con Dios.



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