ANÁLISIS FORMAL
La
obra tiene unas medidas de 1’69 x 0’68, probablemente en estas
medidas no se tuviera en cuenta la parte de la obra cubierta por el
marco. La técnica utilizada por el artista es el óleo sobre tabla,
técnica más utilizada por Hernando Yáñez de la Almedina en su
carrera pictórica.
La
obra esta realizada de una manera en la que se ensalzara la
verticalidad uniéndola a la mirada hacia arriba del santo, desde la
forma de la tabla hasta los elementos de los cuales se componen la
imagen en primer plano están destinados a aumentar esta sensación
de verticalidad deseada por el autor.
Se
pueden diferenciar dos espacios claramente delimitados, el primer
plano donde encontraríamos al santo junto a una pequeña parte de
maleza y bosque seco a su derecha y el espacio urbano que se difumina
en la lejanía junto a un paisaje azulado creando un contraste de
colores muy agudizado entre la oscuridad del bosque y la claridad del
cielo de fondo. Este contraste pictórico divide el cuadro en el eje
perpendicular en dos lugar diferentes, de nuevo agudizando la
sensación de verticalidad del mismo, utilizando como eje de
separación la figura del santo, aunque quizás en el cuadro sean
mayoritarios los tonos cálidos no se puede obviar la fuerza de los
tonos terrosos de la izquierda del cuadro que llaman la atención del
espectador sobre el fondo más pobre en calidad de dibujo. Además de
lo llamativo de los tonos fríos hay que tener en cuenta que la
figura de San Sebastián tiende a volcarse hacia esa zona de la tabla
quizás para intentar resaltar en mayor medida su figura, o quizás
con la intención de determinar que está más cerca de la muerte,
tonos fríos, que de la vida, tonos cálidos.
La
calidad del dibujo de Yáñez se puede apreciar sobre todo en dos
zonas de la obra, la primera y más llamativa sería el realismo de
la figura del santo. Pintado con un estilo monumental casi
escultórico, quizás por la colocación de las piernas y sobre todo
en la posición del brazo derecho “curiosamente” colocado en la
misma posición casi de manera exacta que el David de Miguel Ángel
que con gran seguridad el artista manchego observaría en su estancia
en Florencia en el año 1504, de hecho en la mano derecha San
Sebastián sujeta una pequeña piedra en clara referencia a la obra
maestra de Miguel Ángel.
Hay
un gran estudio anatómico sobre todo en el tronco superior aunque
también en el tren inferior donde se observan algunos músculos bien
resaltados anatómicamente.
Pero
la obra maestra quizás sea el torso del santo junto al brazo derecho
de este, en el torso se observa una atisbo de musculación abdominal
propia de las figuras escultóricas y monumentales así como las
costillas remarcadas en el costado, pero la maestría la recoge Yáñez
en las dobleces de la piel así como en la calidad de las sombras que
realiza en estas dobleces.
En
el caso comentado con anterioridad del brazo derecho, lo llamativo lo
vemos con mayor claridad en el antebrazo cuyas venas resaltan
hinchadas por la fuerza que ejerce la soga que lo mantiene atado al
tronco del árbol y que no permite el paso del corriente sanguíneo a
las extremidades.
El
último lugar donde cobra un realismo excepcional y que quizás en
ocasiones pueda pasar desapercibido es la tierra que está pisando
San Sebastián, los vegetales que crecen en ese lugar reciben un
dibujo excepcional y un dinamismo difícil de conseguir por la
monotonía cromática que presenta ese lugar en la obra.
APROXIMACIÓN
AL SIGNIFICADO
Yáñez
representa a San Sebastián con una belleza juvenil a la manera de un
Apolo cristiano, desnudo, cubriendo sus partes con un paño de pureza
con un color rojo destacando sobre el resto que hace centrar la
visión en ese lugar. Se encuentra atado al árbol con las flechas
del martirio clavadas al cuerpo, en una posición sensual propia de
la imagen de este santo.
No
se presenta a San Sebastián con demasiada sangre ni dramatismo,
además su expresión facial no refleja el dolor por las flechas que
atraviesan su cuerpo, su mirada se planta fija en el cielo, esperando
el momento de reunirse con su señor, el momento de la salvación al
reunirse con Dios.
La
ciudad que aparece en el fondo tiene un gran parecido a la Jerusalén
que aparece en la pintura del Calvario,
del propio Yáñez. En el cielo aparecen unas tenues nubes encima de
la ciudad sin llegar a oscurecer el claro cielo, pero del lugar donde
se encuentra el santo parecen aparecer unos cúmulos nubosos en
dirección a la ciudad, identificada con la humanidad, pues la ira de
Dios puede recaer sobre aquellos que dañan a sus fieles.
Como
comenté con anterioridad el cuadro parece estar dividido en dos
mitades cuyo eje sería el propio santo, estos dos mundos
diferenciados, el tenebroso y el de la luz se separan por la vida o
muerte de San Sebastián, que en el momento en el que se toma la
acción se encuentra entre los dos mundos, entre la vida y la muerte.
En cuanto a la
vegetación hay que destacar las deshojadas ramas que salen del
bosque y parecen dirigirse al cielo, en un síntoma de desolada
melancolía por reunirse con Dios.
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